Vacunación contra COVID-19: ¿Por qué Chile es tan diferente?
Siendo difícil pretender que nuestro ritmo del plan de vacunación contra el Covid-19 sea comparable con el de naciones más desarrolladas, genera inquietud saber que algunos vecinos suramericanos sí lo han logrado. Columna de Eduardo Behrentz.
No es noticia que el plan de vacunación contra Covid-19 en Colombia avanza a una velocidad insuficiente. Durante este mes de abril, nuestro promedio diario ha sido inferior a 85.000 dosis. Esto es poco más de la mitad de lo logrado por Argentina en el mismo periodo y una cuarta parte de lo ejecutado en México.
A la fecha, en términos de dosis inoculadas por cien habitantes, nuestro indicador es de 7.5, es decir, la mitad de Brasil y casi seis veces menos que Uruguay. También nos superan, con facilidad, Costa Rica, Panamá y República Dominicana.
La comparación con Chile
La comparación es es casi vergonzosa. El país austral ha logrado picos de más de 400.000 dosis diarias y ha tenido semanas con promedios diarios cercanos a 270.000 dosis. Dado su tamaño poblacional de menos de 20 millones de habitantes, esto se ha traducido en una tasa de vacunación de más de 70 dosis por centenar de personas, con lo cual supera incluso a Estados Unidos.
¿Cómo hicieron? ¿Cómo es que un país con un producto interno bruto (PIB) inferior al nuestro logró vacunar a todos sus mayores de 90 años en un día? ¿Y a casi la totalidad de sus mayores de 65 en tan solo dos semanas?
¿Qué tienen de especial en Chile que tanta falta nos ha hecho a nosotros?
Eduardo Behrentz analiza el plan de vacacunación
Para empezar, la estructura institucional y legal chilena les permitió adquirir vacunas de forma anticipada, tal como lo hicieron Estados Unidos, Inglaterra e Israel. Esto es, el líder de la autoridad nacional de salud no tenía temor de ser detenido, embargado y destituido por su audacia de negociar con varias farmacéuticas la adquisición de biológicos que aún no habían sido aprobados para su utilización.
Sin excepción, los países más adelantados en el plan de vacunación contra Covid-19, llevaron a cabo este tipo de gestiones prematuras y a riesgo de fallar en el intento.
A esto se suma la participación en varios ensayos clínicos en la denominada fase 3 que hace parte del proceso de diseño y aprobación de las vacunas, lo que otorgó a Chile cierta prioridad y capacidad de negociación con las farmacéuticas. En esto a nosotros nos faltó más liderazgo y determinación.
Adicionalmente, Chile cuenta con un sólido sistema de atención primaria y gran experiencia en programas de inmunización (muchos dicen que Colombia también) que funcionan con registros electrónicos y bases de datos integradas y correctamente administradas.
Eso les permitió avanzar con rapidez, pero a la medida de sus capacidades logísticas reales, y en función de los aprendizajes que fueron desarrollando en su estrategia de vacunación en lugares masivos y sin cita previa.
Estando ya en el segundo trimestre del año, no es hora de llorar sobre lo ocurrido en el pasado, sino de tomar acciones concretas para mejorar el plan de vacunación contra Covid-19. Para esto, es necesario que el Gobierno nacional libere pronto las diferentes etapas de dicho plan para que la mayoría de la población reciba rápidamente sus dosis. En un programa que puede tardar uno o dos años en implementarse, no tiene sentido un esquema que añada aún más restricciones.
Lo anterior sumado, tal como lo mencioné en una columna previa, a la entrada de actores privados que puedan adquirir y administrar biológicos adicionales a los logrados por el Estado. Este enfoque, que ya fue aprobado por el Gobierno, debe ir más allá de permitir que unas cuantas empresas vacunen a sus empleados. Aquí el objetivo debe ser que muchos de los millones de colombianos que hacen parte del régimen contributivo se vacunen por medio de sus EPS.
En este arreglo el Gobierno puede priorizar a los más vulnerables, ejerciendo además una de sus principales funciones, mientras permite que los demás lo hagan por su cuenta. En el contexto de las metas de vacunación, es momento de entender y aceptar que el valioso principio de la equidad no tiene ninguna utilidad si no viene acompañado de eficiencia.