Innovación sin miedo al fracaso en los gobiernos locales y regionales
El próximo enero se inicia una nueva era de gobiernos locales y regionales en Colombia. Con la posesión de 1.100 alcaldes y 32 gobernadores llegarán novedosos estilos de gerencia pública con toda la variedad de habilidades, competencias, carisma y talante personal, así como amplia diversidad de ideologías y futuras ambiciones políticas. En algunos casos habrá continuidad e interés de construir sobre lo construido mientras que en otros la intención será innovar sin miedo al fracaso frente a lo realizado en pasadas administraciones.
Una de las principales recomendaciones para quienes comandarán nuestros destinos por los próximos cuatro años tiene que ver con la planeación de largo plazo en combinación con el apropiado soporte técnico para las políticas públicas y estrategias que lleguen a implementarse. No obstante el acuerdo que sería fácil de alcanzar acerca de la importancia de tales principios, es igualmente relevante destacar que el progreso social se basa en la innovación y en la búsqueda de soluciones inéditas a los problemas y conflictos de la existencia.
Tales procesos de innovación no siempre son consecuencia de hechos y conocimiento de carácter científico. Por el contrario, existen incontables experiencias que nos muestran que grandes avances en la historia son resultado de aproximaciones heurísticas basadas en esquemas ensayo-error en donde el fracaso (documentado sistemáticamente) hace parte fundamental del camino que eventualmente conduce al éxito. El descubrimiento de los antibióticos y la electricidad, así como la invención del computador y el aeroplano, entre muchos otros, obedecen a procesos de dicha naturaleza.
Estamos, entonces, ante una realidad en la que la innovación es clave y prerrequisito para el desarrollo económico y social, y en donde para alcanzar las propias metas es necesario convivir con errores y fracasos permanentes. Esta combinación de conceptos es fácil de transmitir a una audiencia formada en disciplinas de carácter tecnológico, dado su diario quehacer, pero no parece igual de sencillo explicarlos a los entes de control del país.
Esto último es de vital importancia para los gobernantes mencionados previamente, en particular aquellos que tienen verdaderas intenciones de mejorar la calidad de vida de sus constituyentes. En los intentos de ejecutar dichos propósitos será posible que enfrenten situaciones en las que una decisión no contará con toda la información de soporte que podría estimar necesaria un funcionario de una contraloría o procuraduría. Es posible también que, por ejemplo, en el intento de idear una solución a un problema de movilidad se implemente una estrategia novedosa que no resulte efectiva en la práctica y en donde lo sensato sea dar reversa para hacer un nuevo intento. Este tipo de hechos no son una falla en el ejercicio de gobierno ni deben ser objeto de sanción alguna.
Bajo una doctrina en la que todo actuar del poder público requiera venir acompañado de sendos sustentos y cada decisión sea irrevocable, estaremos condenados a la parálisis del Estado. Es claro que aquí no se pretende hacer una apología de las malas decisiones, pero la búsqueda de responsabilidades políticas no debe ser objeto de criminalización ni confundirse con esfuerzos legítimos de innovación y desarrollo.
Concluyo con un mensaje para nuestros entes de control: es bienvenida y agradecida su gestión como veedores de los recursos oficiales, pero tal función viene acompañada de la corresponsabilidad ineludible de velar por la eficacia del Estado y su propósito de promover el avance económico y social. Y, por favor, no olviden que el miedo al fracaso paraliza, mientras que la creatividad e innovación suelen ser el camino al éxito.
Publicado en El Tiempo.com